sábado, 13 de agosto de 2016

PECADO Y PROMESA DE SALVACIÓN

EL PECADO DE ADÁN
El hombre, como salido de las manos de Dios, no podía ser malo: “Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno” (Gn 1, 31). Pero ahora vemos cómo el hombre es malo, juguete de sus pasiones, subyugado por los vicios, entregado a la ambición, a la crueldad, a la bajeza y a toda suerte de crímenes. ¿Cómo se produjo este cambio?
El autor bíblico del capítulo 3 del Génesis nos explica que la maldad en el hombre brota desde la profundidad misma de su ser. El hombre, instigado por el demonio, a pesar de la advertencia de Dios, se dañó a sí mismo, y arrastró en su caída a todos sus descendientes.
El relato bíblico nos dice que Dios quiso probar su fidelidad, y ellos sucumbieron a la prueba. Se fiaron más del Tentador que de Dios. Desobedecieron a Dios, no se fiaron de Él. El demonio seduce a nuestros primeros padres con la promesa de que “serán como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gn 3, 5). Esto quiere decir que ellos mismos serán los jueces que establecerán lo que es bueno y lo que es malo. Describe la soberbia del hombre que quiere usurpar el puesto de Dios. En vez de ser un subordinado que recibe el precepto, él mismo quiere regular sus propias acciones. Es la rebeldía y la ingratitud contra Dios. Es la autosuficiencia de la criatura que se alza contra el creador.

PROMESA DE SALVACIÓN
La creación ha quedado profanada por el pecado del hombre. Llamado a ser colaborador de Dios, el hombre quiso alzarse contra Dios y ocupar el puesto Dios. Pero por encima de la mezquindad del hombre, ingrato y soberbio, se levanta la grandeza y bondad de Dios.
Dios, a raíz del pecado, establece como un tribunal y reparte la culpabilidad y los castigos. Los tres culpables son castigados en conformidad con su propia responsabilidad, y la naturaleza del castigo se amolda a la condición de cada uno.
El autor explica, desde un punto de vista teológico, por qué existe el dolor en el mundo, por qué hay dificultades y tropiezos y, sobre todo, por qué se hace presente la muerte en medio de nuestra vida.
En este relato encontramos un oráculo en el que Dios hace una promesa de Redención, la primera en toda la Biblia. Hablando con la serpiente, dice Dios así:
“Pondré enemistad entre ti y la mujer,
entre tu linaje y el suyo.
Él te aplastará la cabeza
y tú le acecharás el talón” (Gn 3, 15)
Dios condena al Tentador. Pero, al mismo tiempo, abre una perspectiva luminosa sobre los vencidos de ahora: ellos serán los vencedores de mañana. La victoria definitiva no será del enemigo, sino que de las palabras de Dios emerge la figura grandiosa del Vengador: un hombre del mismo linaje de Adán, hijo de la mujer, que aplastará a la serpiente.
Ya desde el Paraíso se anuncia a Jesucristo. Jesús devuelve al hombre caído su dignidad original. El es el salvador y redentor.
El Salvador será alguien del mismo linaje del hombre. El texto nos habla de dos linajes: el del demonio y el del hombre. Con más exactitud se sitúa esta promesa desde la perspectiva de la mujer. La lucha es entre la serpiente y la mujer, y entre sus respectivos linajes. Identificamos al salvador del mundo con Cristo y María con la mujer.

ADÁN Y CRISTO
San Agustín decía: “En el Antiguo Testamento está escondido el Nuevo y en el Nuevo está patente y descubierto el Antiguo”.
Muchos reclaman por qué el pecado de uno ha podido tener tal repercusión sobre todos los hombres. No advierten que Dios, para equilibrar las cosas, ha hecho que la reparación de toda la humanidad viniera por medio de un solo hombre.
Esto nos dice San Pablo en el capítulo 5 de su Carta a los Romanos: “Por lo tanto, por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. En efecto, el pecado ya estaba en el mundo, antes de la Ley, pero cuando no hay Ley, el pecado no se tiene en cuenta. Sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso en aquellos que no habían pecado, cometiendo una transgresión semejante a la de Adán, que es figura del que debía venir.
Pero no hay proporción entre el don y la falta. Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos. Tampoco se puede comparar ese don con las consecuencias del pecado cometido por un solo hombre, ya que el juicio de condenación vino por una sola falta, mientras que el don de la gracia lleva a la justificación después de muchas faltas. En efecto, si por la falta de uno solo reinó la muerte, con mucha más razón, vivirán y reinarán por medio de un solo hombre, Jesucristo…” (Rm 5, 12-17)
Los hombres en Adán son condenados. Deben insertarse en Cristo, el nuevo Adán, para participar de la rehabilitación que en Él se ofrece.
Prosigue San Pablo: “Y de la misma manera que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron en pecadores, también por la obediencia de uno solo, todos se convertirán en justos” (Rm 5, 19)
El contraste se establece entre el pecado de origen que viene sobre todos y la gracia o perdón ofrecido a todos en Jesucristo.
En la primera Carta a los Corintios, San Pablo vuelve a contraponer estas dos figuras: Cristo y Adán. Los elementos esta vez son en torno a la muerte y resurrección:
“Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo” (1Co 15, 21-22)
(La Biblia hoy - Ernesto Bravo)

ENCUENTRO
Material Parroquia Resurrección del Señor

LEEMOS
GN 3, 1-13

Reflexionamos y dialogamos…En relación al pecado de Adán y Eva…
¿Por qué desobedecemos?
¿Cuáles son los miedos que nos provoca la desobediencia?
¿A quién o a qué acusamos de nuestros errores?

REZAMOS
SAL 51, 3-19

¡Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!

Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti solo pequé
e hice lo que es malo a tus ojos.

Por eso, será justa tu sentencia
y tu juicio será irreprochable;
yo soy culpable desde que nací;
pecador me concibió mi madre.

Tú amas la sinceridad del corazón
y me enseñas la sabiduría en mi interior.
Purifícame con el hisopo y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

Anúnciame el gozo y la alegría:
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta tu vista de mis pecados
y borra todas mis culpas.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
que tu espíritu generoso me sostenga:
yo enseñaré tu camino a los impíos
y los pecadores volverán a ti.

¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío,
y mi lengua anunciará tu justicia!
Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen;
si ofrezco un holocausto, no lo aceptas:
mi sacrificio es un espíritu contrito,
tú no desprecias el corazón contrito y humillado.

NOS COMPROMETEMOS A…

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